martes, 29 de abril de 2014

Participación en el panel: Respuestas a la violencia social e institucional

Santiago del Estero, 29 de abril de 2014

A raíz de los linchamientos la APDH de Santiago del Estero organizó dos paneles para analizar el tema desde distintas miradas. Me pidieron que interviniera para hablar sobre el rol del discurso mediático en la violencia social.

Los puntos mencionados fueron los siguientes:

0. Antes que intentar responder creo que es necesario evaluar si nos estamos haciendo las preguntas correctas e intentar buscar las respuestas entre todxs. 

1. Los medios. Problematización del rol del discurso mediático y su efecto en la sociedad.
La teoría de que los medios son tomados por la sociedad en forma acrítica y literal en una relación causa- efecto (teoría de la aguja hipodérmica) ya no prospera, negar su influencia tampoco resulta adecuado (teoría de los efectos limitados). No alcanza con ese discurso, las personas se nutren de diversos discursos y sus experiencias para formar sus ideas.

2. El lenguaje como constructor de realidad.
Teniendo en cuenta lo dicho en el punto 1 igualmente podemos decir que los medios construyen realidad con el lenguaje de su discurso, por ejemplo cuando llaman justicia por mano propia a los delitos como un asesinato, cuando llaman al debate algo sobre lo que no es debatible, cuando llaman delincuente a alguien que es inocente hasta que se demuestre lo contrario -como cualquiera de nosotros-, cuando llaman hartazgo social a un grupo de asesinos... cuando llaman inseguridad a los robos pero no a no tener una casa ni un trabajo.

Quienes defendemos los derechos humanos también tenemos nuestro lenguaje que llama sujetos de derechos a cada persona independientemente de sus actos, que llama gatillo fácil a los asesinatos que comenten quienes debieran cuidarnos...

3. El castigo. La idea de que el castigo corrige y mejora a las personas como un elemento de la cultura dominante. Seguido de la obediencia a la autoridad como mérito. Castigar al que desobedece el orden social como un mandato de nuestra sociedad. La obediencia a la autoridad que puede ser a la autoridad que tiene el discurso mediático, el discurso político.

4. Lo ordinario y lo extraordinario.
Dice Zygmunt Bauman para explicar el “derrumbe civilizatorio” que fue el Holocausto, que un hecho extraordinario es sólo la unión especial de muchos hechos ordinarios. Salvando las distancias de la comparación, me pregunto, por qué nos sorprenden los linchamientos cuando se tortura y asesina personas en nuestras cárceles pobladas de procesados sin condenas? O la policía asesina y desaparece a los pibes del barrio que no se suman a sus asociaciones ilícitas delictivas? (Aunque esa no parece ser la noticia que los medios nos quieren contar porque de esos no nos enteramos) Lo ordinario es en nuestra sociedad que hay gente a la que pareciera ser aceptable torturar y matar, sin juicios ni derechos, y otra a la que no.

5. El terror, el miedo
La construcción del terror en la dictadura era por medios de la invisibilización, de la clandestinidad. Hoy esa construcción del terror se hace con la sobrevisibilización y sobredimensión. De repetir y volver a repetir el hecho que aterroriza. Sin embargo la idea y el fin son los mismos.
La idea que el enemigo interno debe ser exterminado (ayer los que el discurso mediático peleó por instalar como subversivos y hoy pelea por instalar como pibes chorros). El fin de aterrorizar a la sociedad para controlarla.
Los mismos medios de comunicación, funcionales a la misma clase dominante que nos habla de mano dura.
Nada más que un cambio de estrategia.

6. La responsabilidad
Hay distintas responsabilidades, la del linchador, la de los medios, la de la clase política que justifica los delitos amparándose en otros y en el supuesto hartazgo social, que utiliza el discurso de la mano dura como la única respuesta posible a la inseguridad -que es mucho más de lo que nos quieren hacer creer-. La clase política que no sale a condenar a los linchadores con ni siquiera la misma virulencia que condena al motochorro.

7. La casualidad entre comillas que esté en discusión el proyecto de código penal del cual todos hablan pero pocos parecen haber leído.

8. Una imagen
En las escalinatas de Tribunales, salen acusados y querellantes, se ven en la puerta. Esos acusados de robos, torturas, violaciones, privaciones de la libertad, muertes y desapariciones. Querellantes y víctimas los ven irse a sus casas donde a veces tienen prisión domiciliaria, las menos prisión preventiva en un penal. ¿Se imaginan un linchamiento? No hay linchamientos para los criminales contra la humanidad porque sus víctimas creen en el estado de derecho, aunque tarde más de treinta años.

Otra sociedad es posible y ésta sería para mí la primer imagen.

lunes, 14 de abril de 2014

Eso de la contención escolar

Ese día pedí una entrevista con el gabinete psicopedagógico del colegio. Me atendieron y expliqué que estaba mal, que eso tarde o temprano podía repercutir en mi desempeño escolar.
Era anoréxica hacía mas de un año y nadie lo había notado, eso no lo dije.
Tomaron nota y otro día en hora de clase, cuando todxs mis compañerxs se preguntaban para qué, me llamaron.
La respuesta fue clara: -el gabinete se ocupa de lxs chicxs que tienen problemas en el colegio, no de los problemas fuera de allí. Tus notas están bien.
Me fui sin ayuda.

Ese día a la salida, una de las psicólogas me dice que ella me puede ayudar pero no en el marco del colegio. Le agradezco. Le digo que no hace falta, que no llamen a mi familia.

No llamaron ni volvieron a contactarse conmigo.


Este año empecé a estudiar el profesorado y pienso en ese episodio como el peor ejemplo de la idea de contención escolar.
Pienso en la mentada excelencia académica por la que tantxs pibes sufren los cursos de ingreso y exámenes exclusivos y excluyentes.
Pienso con las lecturas y a pesar de ellas, qué, cómo, de qué manera, podemos hablar de una buena enseñanza, hasta donde llega.

Parece que la excelencia académica poco habla de la calidad humana.


lunes, 7 de abril de 2014

No más


El médico nos dice que se debe volver a hacer una intervención que su cuerpo, anciano y cansado, tiene nada de posibilidades de resistir.
Sabíamos que ese momento iba a llegar tarde o temprano. Que había que decidir lo que ella ya había decidido: basta de más intervenciones, drogas, sueros, quirófanos.
Su hija lo dice llorando: - ella no quiere más intervenciones, doctor.
El médico sabe lo que significa y la intenta tranquilizar: -es la mejor decisión, así pueden estar con ella, que no sufra. Tengo que pedirles que me firmen para que vuelva a la habitación donde puedan estar con ella-, él se va.
Su hija se desploma en el sillón de la maldita sala de espera y llora. Yo también.
Es una mezcla de resignación con tranquilidad de saber que se hace lo correcto. La paz que da la certeza.
Marcar el teléfono para decirle a su hijo que firmaremos eso que la deja morir pierde todo el sentido.
Explico con claridad la situación y el silencio se hace del otro lado, una voz ahogada se escucha:
-Lamento que tengas que decirme esto.
Yo también.
Desde esa firma empieza una semana de turnarse para estar en el hospital, de intentar que las cosas vayan bien a pesar de todo.
Empiezan las confusiones de nombres de quien va dejando la vida lentamente. Los desayunos insulsos de hospital que a ella le parecen tan ricos. Por fin puede comer lo que quiera, no hace falta que se cuide y puede tomar el te con azúcar.
Ella se despierta de a ratos porque su cuerpo tiene tan poca fuerza que se va cayendo y hay que ayudarla.
Los perdones no alcanzan.
Las lágrimas no sirven.

Ella se va, se lleva un pedacito de cada unx, algunos apodos que nadie va a volver a darnos, un poco de nuestra vergüenza y fortaleza, el gusto del mate con cedrón y azúcar quemada con carbón.